El
entrenamiento de artes marciales crea guerreros de cuerpo y mente, y comenzar
en edades tempranas le proporcionará al niño una serie de herramientas que le
servirán de adulto para templar su carácter, sentirse más seguro y ser más
controlado.
Los
siguientes son los beneficios para la mente y espíritu de un niño:
Autoestima: Este tema hay que
abordarlo desde dos puntos de vista. En primer lugar está la imagen que el niño
tiene de sí mismo, y segundo cómo lo ven sus padres. Respecto a su autoimagen,
el hecho de estar proponiéndose metas nuevas, ver que es capaz de cumplirlas y
después ir teniendo logros cada vez mayores es algo que a cualquiera da una
inyección de energía y seguridad en sí mismo. Más aún en un niño, que
está definiéndose como persona, ya que los resultados beneficiosos de esto
perdurarán para toda su vida.
Luego,
está el cómo ven sus amigos y compañeros al niño que entrena, y este es un tema
muy delicado y sensible a veces con los niños que tienen dificultades para
socializar. Primero, todo lo mencionado sobre la autoimagen que tiene el niño
ayuda muchísimo, ya que esto es captado por quienes lo rodean, y al verlo más
seguro de sí mismo y más dispuesto a defenderse naturalmente los demás van a
estar más reticentes a molestarlo. También está el factor físico, en que un
niño flaquito se pone más musculoso o un niño más rellenito baja su porcentaje
de grasa. Es bastante común que los niños en edad escolar sean muy crueles y
discriminadores con los que sean en cualquier modo distintos y los
cambios físicos son un apoyo para el cambio sicológico. Por último y aunque
suene muy básico, el sólo hecho de estar practicando un deporte considerado
como algo “rudo” inspirará necesariamente más respeto.
El
respeto es uno de los valores que se inculca en las artes marciales.
Disciplina
y respeto:
Las artes marciales tienen este nombre precisamente por ser relacionadas con la
guerra y lo militar. Siendo así, el método de enseñanza debe tener un
componente de disciplina y de transmitir ciertos valores. Idealmente las artes
marciales deben ser enseñadas por alguien que sepa mucho del tema, lleve un
tiempo considerable entrenando, tenga capacidades pedagógicas y se gane la
confianza del niño. Aquí el profesor se convierte en un maestro, que no sólo
enseña la parte deportiva, sino que puede ser un modelo a seguir y un guía en
todo ámbito de la vida del niño.
Concentración
y perseverancia:
El hacer lo suficientemente depurado, por ejemplo, un golpe; o ejecutar con la
perfección requerida un movimiento puede ser una tarea muy exigente y que
requiere repetir muchas veces un ejercicio –como hizo miles de veces el niño de
Karate Kid: “Encerar, pulir”- y hacerlo con mucha concentración. Para conseguir
resultados a mediano y largo plazo, ya sean éstos ponerse en forma y mejorar la
técnica, o más aún, cuando se quiere llegar a niveles competitivos para
combatir, se requiere una perseverancia tremenda, aunque se tenga condiciones y
un talento natural. Todo esto se puede extrapolar a todas las demás áreas en
que el niño se desempeña, enseñándole a enfrentar la vida de un modo distinto,
y creyendo más en sus propias capacidades para lograr sus objetivos.
Extraido y modificado de :
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